Los videojuegos son Obras Creativas susceptibles de ser registradas, protegiendo los Derechos de Autor. Para ello, hay que separar cada una de sus partes, como el guion, los personajes o el software, e incluirlos de forma individual en el registro de la propiedad para evitar copias o reproducciones.
Los videojuegos son Obras Creativas susceptibles de ser registradas, protegiendo los Derechos de Autor. Para ello, hay que separar cada una de sus partes, como el guion, los personajes o el software, e incluirlos de forma individual en el registro de la propiedad para evitar copias o reproducciones.
La revolución de los juegos electrónicos
Un videojuego es una aplicación interactiva orientada al entretenimiento que, a través de ciertos mandos o controles, permite simular experiencias en la pantalla de un televisor, una computadora u otro dispositivo electrónico.
La industria de los videojuegos es aquella con mayor previsión de crecimiento a nivel global, sobrepasando a otras como las del cine y la música. De hecho, en 2021 los ingresos que tuvo este sector fueron de 180,300 millones de dólares, un 1.4% más de lo que tuvo en 2020, según el informe de NewZoo.
Protección: la clave está en separar sus elementos
No obstante, pese a su progresión ascendente, el videojuego no está reconocido en la legislación como una obra con naturaleza jurídica propia. Dicha falta de marco legal es lo que más preocupa a los desarrolladores de videojuegos ante las dificultades que supone determinar, dentro de un producto tan complejo, quién es el autor del mismo y proteger así su trabajo de posibles copias y reproducciones.
Precisamente por ello, para poder registrar un videojuego, es conveniente diseccionar y tener en cuenta las diferentes partes que lo componen: el software, los elementos audiovisuales –imágenes, grabaciones de vídeos, sonidos–, el guion o storytelling, los personajes, la arca, los derechos de imagen y los diseños.
Pero, ¿dónde lo registro? Pues bien, al tratarse de tratarse de elementos diferentes, cada parte ha de registrarse por separada y muy bien documentado. Por ejemplo, el guion es una obra literaria, en el sentido en el que en la mayoría los protagonistas mantienen diálogos y existe una narrativa entorno al mismo. Por su lado, el logo debe protegerse como marca en la Oficina Española de Patentes y Marcas o, en función de las necesidades, expectativas y medios de la empresa, en la OAMI –marcas europeas– o en la WIPO –a nivel mundial–.
Confidencialidad y vigilancia para evitar plagios
Asimismo, no podemos olvidarnos de los beta testers –también conocidos como probadores beta o betatesteadores, son los expertos encargados de detectar errores en la versión beta del software y así poder informar de estos para que los desarrolladores los corrijan, o corregirlos ellos mismos–. Con dichos expertos se debe firmar un contrato de confidencialidad, dado que tienen acceso a toda la información de la obra antes de su lanzamiento.
Por último, y no por ello menos importante, es fundamental contar con sistemas de vigilancia que permitan detectar la venta de falsificaciones del mismo o marcas con nombres similares.